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Joãozinho, el perrito abandonado que se ganó el corazón de todos

Hola a todos,

Hoy les voy a contar sobre un perro que fue abandonado cuando era pequeño en Campanhã (Porto) y que ahora es querido y cuidado por todos los vecinos.

Cuando me mudé a Porto, uno de los días en los que esperábamos el autobús en septiembre de 2022, vimos a un perro color canela que era desconfiado. Después de estar un rato llamándolo, finalmente vino y le hice cariño. Me dio la impresión de que era un perro abandonado.

Al no saber cómo se llamaba, decidimos darle un nombre típico portugués: Joãozinho.

Cuando empezamos a cuidar a Luna, Joãozinho perdió el miedo de nosotros y siempre venía a estar detrás de ella. La amaba. Luna al principio le tenía miedo, pero luego agarró confianza, le saltaba encima y lo agarraba por el cuello con sus patas. Muchas veces nos daba pena porque parecía que le estaba cayendo a golpes a Joãozinho.

A partir de allí, Joãozinho se acostumbró a venir todas las mañanas a hacer pipí en el portón de mi casa.

Cuando empezamos a ir a CrossFit en bicicleta, nos dimos cuenta de que parecía que vivía en una casa por lo que quizás no era abandonado. Las primeras veces Joãozinho salía furioso a ladrarnos.

Como vi que cuando me bajaba de la bicicleta dejaba de ladrar, probé a hacerle cariños y me di cuenta de que eso era lo que quería. Así dejó de ladrarnos cuando íbamos en la bicicleta porque ya sabía que éramos amigos.

Nació la rutina de todos los lunes, miércoles y viernes que íbamos al CrossFit, pasábamos a saludarlo a la ida y a la vuelta parábamos en la que parecía su casa para estar un rato con él.

Joãozinho resultó ser la cosa más tierna que se pueden imaginar. Todas las mañanas allí estaba esperándonos y también a la vuelta. Muchas veces se abrazaba a la pierna de Diego para que se quedara con él.

Intentamos varias veces que Joãozinho se viniera hasta la casa con nosotros, pero se paraba en una esquina y se devolvía. Esa era la calle en la que vendían droga y quizás tenía miedo.

Una tarde una señora nos dijo que él y una perrita habían sido abandonados cuando eran pequeños. La perrita tenía un tumor y los vecinos recolectaron dinero para poder operarla. Esta perrita venía muchas veces cuando estábamos con Joãozinho, nos olía y se iba. Además, Joãozinho es celoso y se ponía en el medio para que no la tocáramos. A ella la llamamos Luazinha.

Nos dimos cuenta entonces de que los vecinos le ponían comida y agua en la calle y que cuando llovía, Joãozinho dormía en la puerta de la casa en donde siempre estaba.

Otro día probamos a ir por otra calle y Joãozinho nos siguió corriendo feliz y nos acompañó hasta la oficina de correos. Todos los vecinos que lo veían corriendo con nosotros le gritaban cosas y le preguntaban qué hacía tan lejos de su zona. Joãozinho era toda una celebridad.

Mientras más compartíamos con él, más nos dábamos cuenta de la cantidad de gente que lo conocía y lo quería.

Joãozinho empezó a acompañarnos hasta la casa cuando regresábamos del CrossFit e incluso se quedaba un rato con nosotros jugando en el jardín. Pero no podíamos cerrar el portón porque se ponía nervioso; él necesitaba saber que la puerta estaba abierta y era libre de irse cuando quisiera.

Intentamos darle comida de perros, pero no le gustaba, estaba acostumbrado a que los vecinos le dieran comida humana.

Era increíble que un perro que vivía en la calle y que no tenía ningún tipo de cuidado, estuviera en tan buen estado.

Pensamos en adoptarlo, pero Joãozinho estaba acostumbrado a su vida libre.

Como algunas veces le habíamos quitado pulgas, pensamos en bañarlo la próxima vez que entrara a la casa. Nos dimos cuenta de que nunca en su vida lo habían bañado porque no sabía lo que era el agua en el cuerpo. De hecho, no tenía la típica reacción de perro de sacudirse y revolcarse; simplemente se quedaba viéndose la zona donde le echamos el agua como si fuera algo que no entendía. Pasó varias semanas sin querer entrar a la casa de nuevo.

Un día se vino detrás de nosotros y nos quedamos sorprendidos. Nos acompañó hasta mitad de camino. Otro día también intentó acompañarnos, pero nos encontramos otro perro y Joãozinho se devolvió aterrorizado.

Al tercer intento llegó con nosotros hasta el CrossFit. Pensamos que se regresaría ya que había mucha gente y le iba a dar miedo. Se quedó con nosotros durante toda la clase.

Ahí supimos que podría acompañarnos siempre que quisiéramos. Lo llevamos a conocer el Parque Oriental y la playa fluvial. Aunque no le gustó que intentáramos bañarlo, sí le gustó meterse en la playa fluvial.

Era increíble cómo un perro de la calle era tan educado. Siempre iba a nuestro lado y era obediente.

También empezó a pasar más tiempo en nuestra casa y ya no se ponía nervioso si cerrábamos el portón; simplemente él avisaba cuando quería irse.

Así, ese perrito abandonado de Campanhã, se convirtió en un gran amigo.

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