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Nuestra casa en Ourense: la verdad completa entre lo bueno, lo malo y lo inesperado

Cuando compramos esta casa en una aldea de Ourense, sabíamos que no sería perfecta. Ninguna casa lo es, pero lo que no esperábamos era que nos dejara tantas sensaciones encontradas: ilusión, frustración, aprendizajes y mucha, mucha paciencia.

Después de meses viviendo, arreglando, lidiando y disfrutando, quiero contarles con sinceridad qué es lo que más nos gusta, lo que nos ha costado y lo que aún nos está poniendo a prueba. Porque comprar en el rural gallego tiene su encanto, pero también su lado oscuro, y para quienes sueñan con algo parecido, aquí va la verdad completa.

Lo bueno

Lo primero que hay que destacar es el precio. En el momento en que compramos, fue lo más accesible que encontramos y la mejor relación calidad-precio en todo lo que vimos buscando una casa en España, sin alejarnos mucho de Porto. Sí, la casa tiene mucho por hacer, pero el pack de los tres terrenos, la casa y la ruina tiene un valor y potencial que en Porto sería impensable.

Un marco legal que, al menos, funciona. En España, o al menos en Ourense, no hace falta ir a juicio para que alguien se haga cargo de un problema. Si alguien te vende una casa con un vicio oculto, basta con reclamar y suele asumir su responsabilidad. En Portugal, por experiencia, eso es impensable: siempre desaparecen o te amenazan. Aquí, la ley se respeta un poco más.

Vecinos que valen oro. Tenemos a Julieta y Ricardo, vecinos maravillosos que nos han ayudado con la casa, nos han recomendado profesionales y siempre están dispuestos a conversar y reírse con nosotros. En una aldea donde no conocíamos a nadie, son un regalo.

Una casa de piedra. Después de vivir en Porto, tenía clarísimo que no quería pladur. Esta casa tiene paredes de piedra de casi dos metros de grosor: estructura sólida, personalidad y resistencia. Eso sí, hacer instalaciones requiere más trabajo, pero preferimos eso a una casa de papel.

La ruina: un tesoro en potencia. Con la compra también vino una ruina justo al lado. Tiene un potencial enorme para ampliar la casa y aumentar el valor futuro de la propiedad.

Tres campos propios- Además de la casa, compramos tres campos que podrían usarse para cultivo, proyectos o simplemente para tener más espacio y opciones.

Un garaje gigante (y con planes de gimnasio). El garaje es enorme y cabe nuestro carro con espacio de sobra. Además, quiero montar ahí un pequeño gimnasio techado, algo imposible en Porto. Tener ese espacio cubierto y funcional es un lujo.

Profesionales serios y accesibles para las obras. Encontrar albañiles, carpinteros y otros profesionales aquí es mucho más fácil y serio que en Porto. Te mandan presupuestos con IVA, dan plazos y comunican bien. Eso hace las reformas mucho más llevaderas.

Obras más baratas y gente cercana. Además, los precios son mucho más razonables. En Porto nos cobraban cinco o seis veces más por lo mismo. Aquí, al tratar con gente de pueblo, los costes son reales.

Lo malo

Los vicios ocultos (y el desgaste que traen). Nos encontramos con goteras, fugas y una plaga de abejorros carpinteros. Aunque el expropietario ha pagado por esas reparaciones, nos supuso desgaste físico y psicológico buscar soluciones para problemas que no deberían haber existido.

La vecina que vino con el paquete… Margarita, una vecina conflictiva, reclama humedades desde hace años y que viene reclamando a antiguos dueños. No ha presentado informe pericial aún, pero el problema genera tensión y desgaste. El costo recaerá también en el vendedor.

La piedra también tiene sus desafíos. Las paredes gruesas de piedra complican hacer instalaciones o reformas. Desde pasar cables hasta instalar aire acondicionado es más difícil y caro que en una casa estándar.

Un monoambiente. La casa no tiene divisiones interiores: es un solo espacio grande. Para dos personas está bien, pero echo de menos tener habitaciones separadas y una cocina cerrada.

Suelo de madera. Otra cosa que odio es el suelo de madera y más luego detener la experiencia ya que el suelo de nuestra habitación de Porto es de madera. En la casa de Ourense el suelo de toda la casa e incluso del baño es de madera, lo que me resulta molesto al caminar e inestable; además de tener sus complicaciones al momento de hacer obras.

Sin jardín. Aunque tenemos tres campos, no hay un jardín privado y accesible en nuestra casa.

Una casa bonita, pero con mantenimiento extra. Los acabados de madera en el techo son hermosos, pero requieren mantenimiento constante para evitar daños y plagas, como los abejorros carpinteros.

Permisos, papeleos y un ayuntamiento que complica. La casa está en zona de patrimonio histórico, lo que implica pedir permiso para todo, pagar licencias y lidiar con un ayuntamiento lento y poco eficaz.

El clima más extremo de lo que esperábamos. El clima en Ourense es mucho más extremo que en Porto. En verano puede llegar a 40 grados (o más) y en invierno hace más frío. La casa está bien aislada, pero hay que estar preparados para altibajos térmicos muy marcados.

Comprar esta casa en Ourense ha sido una montaña rusa de emociones, expectativas y aprendizaje. Entre sus muros de piedra y sus terrenos amplios, encontramos un refugio lleno de potencial, sí, pero también de desafíos. No es la típica historia de casa de campo perfecta; es la realidad de apostar por un cambio de vida que implica esfuerzo y paciencia.

Pero si algo hemos aprendido es que vale la pena por la tranquilidad y por la conexión con la naturaleza.

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