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Islandia: entre la belleza salvaje y la incomodidad civilizada

Cuando uno piensa en Islandia, lo primero que le viene a la mente son sus paisajes de otro planeta: cascadas imponentes, playas de arena negra, glaciares infinitos, campos de lava cubiertos de musgo, aguas termales que brotan del suelo como si el país estuviera vivo.

Todo eso es cierto. Islandia es uno de los lugares visualmente más impactantes en los que he estado. Pero una vez que pasas la emoción de los primeros días, empiezas a notar otras cosas que hacen que la experiencia sea, cuanto menos, contradictoria.

El paisaje, aunque hermoso, también puede ser hostil. No hay árboles, no hay sombras, no hay refugios. La sensación de estar en medio de la nada es constante, lo cual puede ser mágico o incómodo, dependiendo del día (y del clima). En mi caso, extrañé ver árboles y estar en medio del bosque.

El clima es cambiante y peligroso. En cuestión de minutos pasas del sol al viento huracanado, luego lluvia, luego sol otra vez y de repente te cae una granizada. Hay una web islandesa para consultar el tiempo por zonas, pero durante nuestra estadía no funcionó.

Conducir puede ser peligroso por las condiciones climáticas y sobre todo por el viento. Vimos muchos autos volcados o accidentados.

La experiencia práctica de recorrer Islandia está muy lejos del ideal de libertad y naturaleza virgen que venden muchas guías de viaje. No puedes parar a dormir donde quieras porque todo está cerrado y vigilado. Solo puedes pernoctar en campings habilitados, y eso de «acampar en la naturaleza» es en realidad dormir en un vulgar estacionamiento. La mayoría de los campings eran eso: parkings con baños en condiciones cuestionables, sin limpieza básica, duchas a veces de pago y un ambiente de “masificación organizada” que poco tiene que ver con la idea de conexión con la naturaleza.

Si hablamos de alojamiento en general, fuera de Reykjavik lo que hay son hostels o guesthouses con precios absurdos para la calidad que ofrecen. Camas incómodas, duchas compartidas, cocina sucia, paredes de pladur, y aun así vi precios que llegaban a los 900€ la noche.

Pero quizá lo que más me chocó fue la privatización de la naturaleza. En muchos sitios tienes que pagar 7 € por estacionar, aunque solo estés 10 minutos para ver una cascada o una playa. Y si no lo pagas, te toman la matrícula y lo tienes que pagar al devolver el auto de alquiler. O directamente pagar entrada para ver un volcán en las afueras de Reykjavik.

Hay lugares donde te cobran por caminar por un sendero natural. Algunos tenían grafitis donde la gente se quejaba por los precios.

Me recordó demasiado a esas prácticas que critico en América Latina, donde te venden el acceso a un río o una playa como si fuera propiedad privada. Me sorprendió ver lo mismo aquí, en un país supuestamente modelo.

Aunque hay formas de no pagar —como estacionar más lejos—, te das cuenta de que están preparando todos los estacionamientos gratuitos para empezar a cobrar también allí. Todo está en expansión: vimos hoteles en construcción, parkings nuevos, restaurantes construyéndose por todas partes. El turismo en Islandia está creciendo a un ritmo acelerado.

Otra cosa que nos chocó mucho fueron los supermercados. No solo porque los precios eran astronómicos (la primera compra para dos días: 130 €), sino porque la oferta era muy limitada. Además, abrían tardísimo, a las 10 u 11 de la mañana. Nada que ver con España o Portugal.

Moverse por Islandia tiene lo suyo. Hay muchos puentes y túneles de un solo sentido, sin semáforos. Lo cual me pareció rarísimo en un país que, en teoría, es del “primer mundo”.

Ya que hablamos del modelo islandés, quiero contarles también algunas cosas sobre cómo funciona Islandia como país.

Energía 100% renovable

Islandia produce prácticamente toda su electricidad a partir de fuentes renovables: un 73–75 % proviene de la energía hidroeléctrica y otro 25–27 % de la geotermia. Además, cerca del 90 % de las casas se calientan gracias a la energía geotérmica que se distribuye por red.

El país es líder mundial en energía limpia per cápita, con más de 55.000 kWh por persona al año. Es admirable ver cómo un país ha sabido aprovechar su ubicación volcánica para vivir con una huella energética casi nula.

Eso se nota: ves vapor saliendo del suelo en muchos sitios, hay termas naturales por todas partes, y el agua caliente huele a huevo podrido por el azufre.

Igualdad de género real y visible

Islandia no es solo un ejemplo en lo ambiental, también lo es en igualdad. Desde 2009 existe un gobierno con paridad de género, hay cuotas obligatorias para la presencia de mujeres en empresas y los cargos públicos están llenos de rostros femeninos.

En 2023 más de 100.000 mujeres se unieron a una huelga general por igualdad salarial y para exigir medidas contra la violencia de género. Incluso la primera ministra participó.

El país promueve activamente la solidaridad entre mujeres, alejándose del feminismo competitivo tipo “girlboss”, y fomentando redes de apoyo real. Aún hay desigualdades, como en el sector tecnológico o entre mujeres inmigrantes, pero en general se respira un ambiente mucho más igualitario que en otros lugares de Europa.

Prostitución: modelo abolicionista

Desde 2009 está prohibido pagar por sexo en Islandia. El modelo es abolicionista: se castiga al cliente, pero no a la persona en situación de prostitución. También están prohibidos los burdeles, los clubs de striptease y cualquier actividad lucrativa relacionada con la prostitución.

Hay grupos feministas que incluso se organizan para vigilar y denunciar a los compradores. No digo que no exista prostitución, pero sí que el enfoque es el correcto: poner la responsabilidad sobre el explotador, no sobre la víctima.

Sanidad pública con matices

Islandia tiene un sistema de sanidad pública que cubre a toda la población, pero no es 100% gratuita. Hay copagos para visitas médicas, medicación y pruebas, con topes mensuales según edad y condición.

Por ejemplo, una persona adulta puede llegar a pagar hasta 180 € al mes en copagos médicos antes de que el sistema asuma el resto. Esto me parece un punto negativo, porque una sanidad pública debería ser completamente gratuita si ya la estamos pagando con nuestros impuestos. Además, los turistas o personas con menos de 6 meses de residencia no tienen cobertura.

Turismo con animales: lo que no esperaba

En Islandia aún hay turismo con animales. Lo más común son las excursiones con caballos islandeses, que son muy valorados por su andar suave. Pero me chocó ver cómo, en un país tan avanzado en otros temas, esto sigue tan normalizado.

También hay tours para ver focas, aves, y otros animales, aunque eso puede tener menos impacto si se hace bien.

Un detalle curioso: En verano sueltan las ovejas para que pasten libremente por toda la isla, y luego en invierno las recogen. No son libres, pero durante unos meses campan a sus anchas.

Legislación y marco legal vigente

Islandia cuenta con la Ley Nº55 sobre bienestar animal (Act No. 55/2013), que establece que los animales son seres sensibles y prohíbe su maltrato, garantizando atención adecuada, buena alimentación, ambiente apropiado, transporte, caza, sacrificio, etc. Incluye responsabilidades y sanciones legales.

Existen múltiples reglamentos específicos: sobre mamíferos marinos (2021), caballos (2014), cerdos (2015), ovinos, ganado bovino, aves de corral o turba contaminantes, entre otros.

Actividades controvertidas que están en revisión

Extracción de sangre de yeguas preñadas (PMSG)

Hasta noviembre de 2023, Islandia reconoció estar violando legislación europea (Directiva 2010/63/EU) por recolectar sangre de yeguas preñadas para obtener la hormona PMSG usada en cría intensiva de lechones  .

Se comprometió a reformar la regulación antes de 2025, y hasta entonces mantuvo hasta 8 extracciones por embarazo —contrario a estándares de bienestar animal. Expertos y ONG locales presionan por su cierre definitivo.

Caza de ballenas y bienestar animal

Islandia permitió nuevamente la caza comercial de ballenas, otorgando en 2024 una licencia para matar hasta 128 ballenas de aleta, frente a 264 en 2023, bajo el argumento de uso sostenible.

La caza fue brevemente suspendida en 2023 tras un informe que encontró que muchas ballenas tardaban más de lo permitido en morir; sin embargo, la práctica se reanudó con reglas más estrictas.

ONG internacionales acusan a Islandia de ignorar la oposición pública (una encuesta situó la oposición en un 51%) y de dañar su reputación como país respetuoso del medioambiente y el bienestar animal.

Aunque Islandia dispone de una legislación moderna y varios organismos u organizaciones trabajando en apoyo del bienestar animal, persisten prácticas controvertidas como la caza de ballenas y la sangre de yeguas. Estos temas muestran tensiones entre la regulación legal, la presión pública creciente y las prácticas históricas aún vigentes.

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