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Viajar en camper van por Islandia: la vida de camping no es para mí (y te cuento por qué)

Durante años tuvimos la idea rondando por la cabeza: algún día, comprarnos una caravana y recorrer Europa con libertad total. Dormir donde quisiéramos, improvisar rutas, despertarnos con vistas de película…

Cuando organizamos el viaje a Islandia, decidimos que era el momento perfecto para probar esa idea. Además, luego de investigar nos dimos cuenta de que la mayoría de la gente lo hace así.

La realidad de la camper van “barata”

Alquilamos nuestra camper van con la empresa GoCampers, porque era de lo más “barato” que encontramos. Y lo pongo entre comillas, porque entre alquiler, seguros y extras, nos salió por alrededor de 3.000 euros. Sí, Islandia es carísimo, y esto era lo más asequible dentro de las opciones disponibles.

La camper van tenía un colchón atrás, una mini nevera, un fuego de gas, un poco de menaje de cocina… y ya. No podías estar de pie, no había baño ni espacio para nada más. En cuanto abrías el colchón para dormir, todo tenía que ir debajo, porque el espacio desaparecía.

Soy una persona que valora la limpieza, la comodidad y el orden. Así que desde el minuto uno fue un reto. Lo primero que me chocó: el estado en el que nos entregaron las cosas. El duvet sucio, todo arrugado, con olor dudoso. Las mantas y cojines venían sin protección, sin embalaje higiénico, y claramente habían pasado por demasiadas manos. Yo me imaginaba algo más limpio, cerrado al vacío, higienizado. Qué ingenuidad la mía.

99€ por un pack sucio

Como la camper van no trae absolutamente nada, ni sábanas, GoCampers te ofrece un pack por 99 euros que incluye un duvet, sabanas, dos toallas y una mesa con dos sillas. Lo alquilamos porque en Islandia hace frío incluso en verano, pero fue un error. Las sillas y la mesa las usamos muy poco y solo ocupaban el poco espacio que había.

El resto de las cosas ni siquiera estaban dobladas. Todo estaba sucio y antihigiénico.

Sinceramente, ni usé las toallas. Llevaba las mías desde Porto y usé esas, porque las de GoCampers me daban asco. Creo que la experiencia cambia totalmente si tienes tu propia caravana, con tus cosas, tus estándares de limpieza, tus toallas, tus mantas.

La triste realidad de los campings islandeses

Nuestro primer camping fue el del aeropuerto. Afortunadamente estaba medio vacío, porque luego nos dimos cuenta de algo importante: los campings en Islandia no están preparados para la cantidad de gente que reciben.

Los baños y duchas estaban sucios, con pelos y restos de cientos de personas que habían pasado por allí antes. Los limpian solo una vez al día, lo que claramente no es suficiente. Y, además, no hay áreas techadas. Lo cual es absurdo si consideras que en Islandia llueve casi todo el tiempo.

Si querías ir al baño, te mojabas. Volvías de ducharte… y te volvías a mojar. Como no hay sitio donde colgar o secar cosas, la toalla con la que te secabas el cuerpo estaba siempre mojada, y la llevábamos como podíamos dentro del vehículo.

Además, la sensación en esos campings no era para nada la que yo imaginaba. Me esperaba algo cool, relajado, en contacto con la naturaleza, y lo que encontré fue más bien un ambiente caótico y hasta un poco carroñero. La gente se peleaba literalmente por un enchufe, se quedaban pegados al teléfono todo el día para poder cargarlo. Se mataban por una lavadora gratis. Todo era incómodo, desordenado, sin paz.

Dormir tampoco era lo que esperábamos

A todo esto, hay que sumarle el ruido constante en los campings. Las campers entran y salen toda la noche. Puertas que se abren, puertas que se cierran, motores que arrancan. Además, como los campings son básicamente estacionamientos, no hay privacidad ni un ambiente acogedor.

En Islandia, por ley, estás obligado a dormir en campings. No puedes simplemente parar en medio de la naturaleza y quedarte allí, que era lo que yo imaginaba al principio. Así que cada noche era buscar un camping, llegar, organizar todo… y repetir el mismo proceso agotador.

¿Y entonces? No duramos ni cuatro días

Después de tres noches, decidimos dejarlo. Yo no podía más con esa precariedad. Todo era incómodo: para comer tenías que montar y desmontar cosas, para dormir había que reorganizar todo, abrir maletas, meterlas debajo del colchón, correr al baño con todas tus cosas, ducharte con prisas, volver empapada…

De verdad que no, yo no puedo con esto. Para gente como yo, que necesita su espacio, su orden, su rutina básica de limpieza… esto fue un agobio constante. A partir de ahí empezamos a reservar hoteles, y la diferencia fue abismal.

Quizás con una caravana grande, con tu baño, tu cocina y tu orden, la experiencia sería otra. Pero esta vida de camping improvisada, alquilando algo ajeno, sin espacio ni condiciones, definitivamente no es para mí.

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